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viernes, 24 de junio de 2011

ACTIVIDADES PARA HACER EN VERANO - TODO EL MUNDO

ACTIVIDADES PARA EL VERANO 1º CURSO

ANTES QUE NADA, LEE COMPLETOS LOS TEMAS 12 Y 13, Y LA PARTE DEL 14 QUE NO HEMOS LEÍDO PARA EL TEMA DE GRECIA

ACTIVIDADES:




PÁG. 189, 3-4-5

PÁG. 191, 4-5-6

PÁG. 193, 7

PÁG. 197, 6-7

PÁG. 199, 7-8

PÁG. 201, 1-3-4

PÁG. 209, 4-5

PÁG. 211, 4-5-6

PÁG. 213, 3-4

PÁG. 217, 1

PÁG. 223, 5-6

PÁG. 225, 4-5-6-7




ACTIVIDADES PARA EL VERANO 2º CURSO

LO PRIMERO, LEE CADA TEMA. SON DESDE EL 13 AL 16. LUEGO, HAZ LAS ACTIVIDADES DE CADA UNO DE ELLOS. NO SON MUCHAS, PERO TE SERVIRÁN PARA ENTENDER EL MUNDO EN EL QUE VIVES Y EMPEZAR EL CURSO BIEN.

TEMA 13.-



PÁG. 215, 1-2
PÁG. 217, 1-2
PÁG. 219, 1-2
PÁG. 221, 1
PÁG. 225, 1



TEMA 14.-



PÁG. 231, 1-2-3-4
PÁG. 233, 1-2
PÁG. 235, 4-5-6
PÁG. 237, 4-5
PÁG. 239, 1
PÁG. 241, 4-5-6
PÁG. 243, 1-2-3-4
PÁG. 245, 1-2



TEMA 15.-



PÁG. 251, 1-2 (SOLO LA PRIMERA PARTE)
PÁG. 253, 1-2-4-5
PÁG. 255, 1-2-3-4
PÁG. 257, 4
PÁG. 261, 1-2-3-4-5



TEMA 16.-



PÁG. 269, 1-2-3
PÁG. 271, 1-2-3
PÁG. 275, 1-2-3-4
PÁG. 277, 4





ACTIVIDADES PARA EL VERANO 3º CURSO

            DEBES LEER CADA TEMA ANTES DE EMPEZAR LAS ACTIVIDADES.

TEMA 11.-

PÁG. 203, TODAS
PÁG. 205, 1-4
PÁG. 207, 4-5
PÁG. 209, 3-4

TEMAS 12 Y 13.-

PARA ESTOS TEMAS ENCONTRARÁS APUNTES EN EL BLOG DENTRO DE UNOS DÍAS, PERO TENDRÁS QUE HACER LAS ACTIVIDADES DE IGUAL MANERA.



PÁG. 219, TODAS
PÁG. 221, 3-4
PÁG. 223, 3-4-5
PÁG. 225, 6
PÁG. 227, 4-5-6
PÁG. 229, 1-2-3-4
PÁG 239, 3-4-5
PÁG. 241, 2-3
PÁG. 243, 1
PÁG. 245, TODAS



TEMA 14.-



PÁG.255, 2 – 3
PÁG. 257, 4-6
PÁG. 259, 1
PÁG. 261, 1-2-3



TEMA 15.-



PÁG. 271, 1-2-3
PÁG. 273, 1-3
PÁG. 275, 2-3-4-5
PÁG. 277, 1-2
PÁG. 279, 1-2-3




jueves, 23 de junio de 2011

Lecturas para el verano

LIBROS PARA ENTRETENERSE EN VERANO

Son de aventuras, intriga, misterio… o todo junto. Facilitos y para engancharse a la lectura. ¡A ver cuántos eres capaz de leer y disfrutar…!

COLECCIÓN BARCO DE VAPOR:

El corazón del diablo
La leyenda del rey errante
Los héroes de Kalamún
El cinturón de Leonardo
El rey jabalí
Donde nace el sol
El tesoro de los cátaros
El valle de los cocuyos
El abuelo de Dios
El libro maldito de los templarios

COLECCIÓN GRAN ANGULAR

La catedral
Soles negros
El beso del Sahara
Pupila de águila
Guárdate de los Idus
El misterio del eunuco
El zulo
Morirás en Chafarinas
Conspiració Chafarinas
Tristán en Egipto
El círculo roto
La guillotina
Retorno a la libertad
El enigma del maestro Joaquín
Herencia de bruja
Nieve negra
El maletín del arqueólogo
Los tres días del gladiador
Las hijas de Tara
Cruzada en jeans
El hijo de El Leopardo
El círculo africano
Los ojos del lobo

DE VARIAS COLECCIONES

El beso de una fiera
El segundo féretro
El lugar de los murciélagos
El libro de piel de tiburón
El oro de los sueños
Las lágrimas del sol
Cuidado con el cóndor
La rosa y la espada

viernes, 10 de junio de 2011

Para 1º, sobre los mitos griegos

LOS MITOS GRIEGOS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO Y DE LOS SERES HUMANOS

LA CREACIÓN DEL MUNDO

            En el principio era el Caos en el que estaba todo mezclado y revuelto, sin que se pudiera diferenciar nada. Pero del Caos surgieron dos elementos que se fueron separando, uno material y otro espiritual. El material era Gea, o Gaia, la Tierra. El planeta Tierra. El espiritual es Eros, el amor que da vida y lo envuelve todo.

Gea, la Madre Tierra, el principio del que partimos todos


 
 Eros, el principio del amor creador.

            Gea tuvo un hijo y lo llamó Urano, el cielo, la bóveda celestial llena de estrellas que está sobre ella y la cubre. Se unió a él y tuvieron varios hijos que no podían salir del vientre de la madre porque el padre estaba siempre unido a ella. Gea convenció al menor de los hijos para que la liberara, y Cronos –el Tiempo- castró a su padre Urano. Tiró los testículos al mar, y del semen y la espuma surgió Afrodita, pero esa es otra historia. Seguimos con los hijos de Gea y Urano.



 Urano, de pie, sobre Gea y sus hijos

            A partir de que Urano es castrado, se separa de Gea. Por eso el cielo está arriba, pero no puede tocarse desde la tierra… Los hijos pudieron abandonar el interior de la madre, y salieron a ocupar su puesto en la superficie. Son seis varones, los Titanes, y seis mujeres, las Titánides. Representan fuerzas elementales de la naturaleza, fuerzas creadoras.
            Océano, el mayor de todos ellos, se unió a su hermana Tetis y tuvieron 3.000 hijos, los ríos, y 3.000 hijas, las oceánides, que son las fuentes, arroyos y lagos.
            Ceo se unió a  su hermana Febela Brillante”, y tuvieron, entre otros, a Leto, que fue madre de Apolo y Artemis.
            Crío se casa con una oceánide.
            Hiperión se casa con su hermana Tía y tienen a Selene y Helios, la Luna y el Sol, y a Eos, la Aurora. Su nombre significa “El que va por encima de la Tierra
            Jápeto se casa con su sobrina, una oceánide, y tienen a Atlas, Prometeo, Epimeteo y Menecio, que son importantísimos en la creación de los seres humanos y en el reparto del mundo con los dioses olímpicos.
            Cronos, el tiempo, se casa con su hermana Rea y tienen a los tres dioses Zeus, Hades y Poseidón, y a las tres diosas Hestia, Hera y Deméter, que se reparten los dominios de hombres y mujeres.
            Mnemósine, la Memoria, es la madre de las Musas, algunos dicen que con Zeus, otros que con Apolo.
            Temis se une a su sobrino Zeus. Personifica la Justicia, y trae al mundo a las Horas, que miden el tiempo, a las Parcas, que tejen el hilo de la vida y deciden cuándo se corta, y a otros personajes.
            Como ves, el incesto no era problema entre los griegos, sobre todo, en lo que guardaba relación con los dioses. Con los humanos la cosa era muy distinta.
Cronos, el tiempo que vuela y siega nuestras vidas


 
Rea entrega a Cronos una piedra como si fuera Zeus recién nacido



 
Otra personificación de Rea: Cibeles

            De los genitales cortados de Urano salió mucha sangre. La que cayó en la tierra produjo hijos feroces y monstruosos: los gigantes, que son muchos y los mitos posteriores añaden muchos más. El peor de todos es Tifón, que da su nombre a este fenómeno meteorológico tan destructivo. También los Hecatónquiros, que tienen 50 cabezas y 100 brazos, son tres y controlan las puertas del Tártaro. Las Melias, que viven en los fresnos y son las primeras ninfas, diosas menores de la naturaleza salvaje. Las Erinias o Furias, que persiguen a todos los que han maltratado o asesinado a sus padres, y los llenan de remordimientos toda su vida.
            En el mar cayó sangre y semen, y al mezclarse con la espuma, dio lugar al nacimiento de Afrodita, diosa de la belleza y del amor, la más hermosa de las diosas, que, aunque está casada con Hefaistos, dios de la artesanía y de los herreros, no es precisamente un modelo de fidelidad matrimonial, pero sí es la inspiración de los artistas y la única capaz de apaciguar a Ares, dios de la guerra.

Nacimiento de Afrodita, según Botticelli

           

Botticelli también pintó este cuadro de Afrodita derrotando a Ares. El amor vence a la violencia.

Gea había convencido a Cronos de que castrara a su padre Urano, y lo hizo, por hacerle un favor a su madre. Pero aunque fuera porque la madre se lo dijo, era un atentado contra su padre, y no podía quedar sin castigo. Por lo tanto, Gea lo maldijo y Cronos se vio condenado a ser desterrado por uno de sus hijos, lo mismo que él hizo con su padre. La solución que se le ocurrió fue ir comiéndose a los hijos a medida que su hermana y esposa Rea –la superficie de la Tierra- los fuera pariendo.
            A Rea no le gustó la solución, y cuando iba a tener a su sexto hijo, Zeus, fue a quejarse a su madre Gea. La Madre Tierra le dijo que engañara a su marido, que le diera una piedra envuelta en un pañal y que sacara corriendo a su hijo del lugar donde lo tenía. Y Rea lo hizo así: le entregó al crío a unos muchachos que jugaban en la playa cerca de donde lo había tenido, y se lo llevaron corriendo, ganándole al tiempo –carrera de velocidad- hasta una cueva, donde lo dejaron al cuidado de la cabra Amaltea, que lo crió. Cuando murió Amaltea, ya muy viejecita, sus cuernos se convirtieron en los Cuernos de la Abundancia, que reparten todos los bienes, y su piel curtida era la Égida, el escudo protector que usaba Zeus y que después dejó en herencia a su hija Atenea, diosa de la guerra inteligente, entre otras cosas.

Dos representaciones de la cornucopia, cuerno de la abundancia

 
La égida, el escudo de Zeus que después lleva Atenea, está hecha con la piel de la cabra Amaltea.



            Cuando Zeus creció fue al rescate de sus hermanos, que seguían en el estómago de su padre. Lo durmió y los rescató abriéndole el vientre. Después lo encerró en lo más profundo de la Tierra, el Tártaro, lo más parecido a un infierno que hay en la mitología griega. Es un lugar que está tan lejos de la superficie de la tierra como el cielo, oscuro y húmedo. Pero no lo mató: el tiempo es inmortal, como todos los dioses, y desde su encierro oscuro sigue controlando la vida y la muerte.
            Una vez que los hijos de Cronos salieron del vientre de su padre, decidieron repartirse sus dominios, formados por la herencia del Tiempo y de la Superficie de la Tierra. Los tres varones –Hades, Zeus y Poseidón- se repartieron el dominio de lo público: Hades se quedó con el inframundo, donde reside todo lo que no debe estar a la luz. Zeus, con el aire y el mundo de arriba, los fenómenos meteorológicos y la luz. Poseidón, con el mar, las aguas subterráneas y los terremotos, que produce al desplazarse con su carro por las corrientes subterráneas de agua. Las hijas de Rea se quedaron con el ámbito doméstico, como corresponde a su condición femenina según la ideología griega: Hestia, muy poco sociable, se queda con el fuego del hogar y es la guardiana de los secretos. Permanece virgen por toda la eternidad. Es lógico: quien entre en contacto con el fuego, se quema… Por lo tanto, no hay posibilidades. Hera se casa con Zeus y se convierte en una esposa amargada y celosa. Deméter tiene una hija con su hermano Zeus, Perséfone, que es raptada y –hasta cierto punto- engañada por Hades, y se convierte en la reina del mundo de los muertos. Pasa seis meses con su madre en la superficie de la tierra, y entonces Deméter, diosa de la agricultura, es feliz, y todo florece a su alrededor. Es el tiempo de primavera y verano. Pero Perséfone vuelve con su marido al inframundo, y Deméter se entristece y deja de producir. Es el momento del otoño y del invierno.


Hades, señor del Inframundo, con el can Cerbero, que tiene tres cabezas, y vigila para que nadie pueda salir del reino de los muertos.


 
Poseidón, señor del mar y de todas las aguas. Su carro provoca los terremotos.


 
 Zeus es el dios el aire y los fenómenos atmosféricos. Es el padre de los dioses. Reconstrucción de la estatua de Fidias en Olimpia.



                            





Dos representaciones de Deméter, a la que los romanos llamaban Ceres, diosa de la agricultura, la fertilidad y la abundancia.


Hera, la esposa de Zeus, diosa del matrimonio

 

Hestia, la diosa del fuego del hogar

Hay que tener en cuenta que los dioses rara vez crean nada. Los creadores son los hijos de la Tierra, los titanes, ya sean de primera o de segunda generación, que no pretendan hacer méritos para ser otra cosa distinta.
            El resto de los dioses que habitan en el Olimpo son hijos de Zeus y de diosas mayores o menores, e incluso de mortales. En este caso, heredan también la condición humana, y son semidioses, como Heracles, al que los romanos llamaban Hércules.
            Las religiones que tienen más de un dios –politeístas- admiten todos los dioses que se les ocurran, porque cada uno es dios de un aspecto de la vida, la naturaleza o lo desconocido. Las religiones que solo tienen un dios –monoteístas- no pueden admitir la existencia de otro, puesto que el único dios está en todos sitios, lo sabe todo y lo controla todo… y no admite competencia.
            Los dioses griegos son como los humanos, solo que ni enferman ni mueren. Pero tienen todos sus vicios y todas sus virtudes. Pueden ser infieles como Zeus, al que le gustan todas las diosas, todas las mujeres y algún que otro chaval. O violentos como Ares, dios de la guerra, al que puede únicamente puede controlar Afrodita, diosa del amor y la belleza, pero tremendamente infiel a su marido Hefestos, muy hábil y muy buena gente, con muchísima paciencia, pero feo, feo, feo… Un ejercicio muy entretenido es buscar sus imágenes en Internet. No hay nada más que poner el nombre, pulsar en imágenes, y mirar… Hay muchas.
            Deméter, diosa de la agricultura, es una madre sobreprotectora de una hija –Perséfone- caprichosa y no muy espabilada que acaba siendo la esposa de Hades, señor del Inframundo. Atenea, la inteligencia y la estrategia, es muy hábil y muy lista, pero tiene un genio… Artemisa, diosa de la caza y de la luna, vive en los bosques rodeada de sus ninfas, pero es bastante antisocial. Su mellizo Apolo, el sol, es también el dios de las artes y la adivinación, guapísimo, pero un tanto creído. Hermes es el mensajero de los dioses. Para ir más rápido tiene unas sandalias con alas y sombrero de caminante, y para defenderse de los peligros del camino, lleva un palo mágico que lo protege de las serpientes, que se quedan enredadas en él. El palo mágico se llama caduceo. Pero es un liante: es también el dios protector de los comerciantes y de los ladrones. Tiene un hijo con Afrodita que tiene los atributos sexuales de hombres y mujeres: se llama Hermafrodita.
            Hay por ahí otros dioses, como Dionisos, dios del vino, la juerga y las fiestas colectivas. Aunque pueda parecer lo contrario, su culto era un tanto extraño, y el único que tenía unas ciertas connotaciones sobrenaturales. Entre sus acompañantes estaba Pan, cuya imagen tomó el cristianismo para representar al diablo, que se divertía sembrando el pánico: un miedo irracional que hacía correr como desesperados a hombres y animales mientras Pan se reía y tocaba la flauta. O los sátiros, que corrían desnudos detrás de las ninfas que acompañaban a Artemisa, con no muy buenas intenciones.
            Aparte de los dioses mayores, los llamados olímpicos porque vivían en esta cumbre siempre cubierta de nubes, están los dioses menores: los ríos, fuentes, árboles, lugares naturales impresionantes, el interior de la tierra, el paso del tiempo… todos los aspectos de la vida tienen su dios o diosa correspondiente, con lo que la mitología griega y la romana –que es parecida, pero no igual- son un conjunto de historias e historietas a cual más curiosa, todas ellas interesantes para leer a la orilla de la piscina entre chapuzón y chapuzón.

EL MITO DE LA CREACIÓN DE LOS SERES HUMANOS

            Zeus se aburría mortalmente, y pidió a su primo Prometeo que le buscara diversión. Concretamente, quería que Prometeo, que era muy ingenioso, le creara unos seres a los que pudiera manipular a su antojo. Hay que recordar que los dioses no crean, que los que crean son los titanes. Al menos, según una de las versiones de los mitos, claro. Hay algunas más. Pero a mí me gusta más esta…




Dos imágenes del suplicio de Prometeo. La primera es una copa –kylix- del siglo V AC y la otra, un grabado muchísimo más moderno.

            Entonces, Prometeo, que era un titán bastante más inteligente y sensato de lo que el propio Zeus pensaba, cayó en la cuenta de que Zeus era como un crío, pero que los demás dioses no eran mucho más maduros, y que, si hacía algo que ellos pudieran sentir como competencia, la iban a liar. Así que diseñó a los seres humanos como si fueran dioses, y les pidió a varios de ellos una ayuda que, en realidad, no necesitaba. A Hefestos le pidió que, como era tan habilidoso, moldeara el cuerpo en arcilla. A Apolo, que le diera calor y a Atenea, que le diera inteligencia. Cuando terminó a la primera pareja de seres humanos, se la llevó a Zeus para que los viera, y Zeus hizo que se multiplicaran. Vivían en la superficie de la tierra, sujetos a pasar frío, hambre, y a todas las calamidades que Zeus quisiera enviarles, como el crío caprichoso y descuidado que era. Las Parcas hilaban el hilo de su vida, y cuando se cansaban de hilar, lo cortaban, tuviera el largo que tuviera, sin tener en cuenta para nada los intereses de los humanos.
            Prometeo era también un ser lleno de amor y compasión, y se apiadó de los humanos, que tenían una condición tan miserable en manos de los dioses. Hizo algo que tenía expresamente prohibido, y que sabía que le iba a costar muy caro. Cogió el fuego y se lo dio a los humanos, para que pudieran calentarse y cocinar, y para que, en las noches, pudieran alumbrarse y no caer en las garras de los monstruos de la oscuridad.
            Zeus se enfureció con él de una manera brutal. Muchísimo más que cuando le tomó el pelo con la historia de los sacrificios, y eso que, entonces, Prometeo se pasó tres pueblos. La cosa fue muy graciosa: Zeus quiso que los humanos le ofrecieran sus mejores toros como sacrificio. Eso suponía que los pobres hombres tenían que pasarse años cuidando a su ganado para, en un momento determinado, coger al mejor de todos y matarlo y quemarlo en el altar de Zeus. A Prometeo le parecía una barbaridad, pero tampoco quería llevarle la contraria a su primo así abiertamente. Se le ocurrió plantearle que, como los dioses no se alimentan nada más que de ambrosía, que eligiera qué parte del toro quería que le quemaran en el altar. La carne quemada no huele precisamente bien, pero los dioses no parecen tener muy buen olfato… o muy buen gusto. Prometeo le dijo a un grupo de humanos que cogieran un buen toro y lo mataran. Con la piel, las vísceras, la grasa… formaron una figura de toro más o menos bien parecida. La carne la trocearon y la pusieron en un montón. Prometeo le puso a Zeus delante las dos ofrendas: por un lado, el montón de pedazos de carne, y por otro, el toro más o menos reconstituido, con su piel, sus cuernos… pero relleno de todos los pitraquillos que no se suelen comer a no ser que haya mucha hambre y nada mejor. Zeus se fió de las apariencias y eligió las vísceras y la grasa. Desde entonces, cada vez que hay un sacrificio a los dioses, en el altar se quema la sangre, grasa, vísceras y piel, y los asistentes se comen la carne en una fiesta colectiva.


 Friso romano que representa la preparación de un sacrificio a los dioses, de un toro, una oveja y un cerdo.


Esa tomadura de pelo puso a Zeus de los nervios. Eso, y que cada vez que llamaba a Prometeo para algo tenía que pararse a que terminara lo que estaba haciendo, o le decía que iba a una hora y llegaba tarde, o cosas así. Que Prometeo no le tenía mucho respeto a Zeus, en una palabra. Pero lo del robo del fuego fue ya demasiado. La ira de Zeus fue tan grande que castigó a Prometeo a estar encadenado en el Cáucaso por toda la eternidad. Un águila –una de las mascotas de Zeus- le devoraba el hígado por el día, y por la noche, se le regeneraba, para que el animalito tuviera qué comer al día siguiente. Y así eternamente. Prometeo lo daba por bien empleado: los seres humanos mejoraron mucho sus condiciones de vida. Ya tenían fuego propio, sin tener que esperar a que Zeus se dignara mandarles un rayo, y habían perdido el miedo a la oscuridad y a sus monstruos, que desaparecieron sin dejar rastro hasta el día de hoy.
            La situación era tan vergonzosa que los demás dioses empezaron a murmurar contra Zeus, pero ninguno se atrevió a decirle nada. Al fin y al cabo, era el jefe, el padre de muchos de ellos, y los humanos solo eran un juguete. Prometeo se lo había buscado a gritos. Pero hubo alguien que se apiadó del titán y le pidió a Zeus clemencia para él. Fue el centauro Quirón, que enseñó también a los humanos a curar heridas y a tratar enfermedades. Era un gran maestro. Zeus le dijo a Quirón que, si quería que soltara a Prometeo, alguien tenía que morir. Era una manera de decir que ni hablar, algo así como si le hubiera dicho que lo iba a soltar el 30 de febrero. Porque todos, excepto los humanos, eran inmortales…


El centauro Quirón ejerciendo de maestro de Orfeo. También enseñó a la humanidad a curar sus heridas y sus enfermedades.


            Pero entonces Quirón pensó que él ya era muy viejo, que había vivido mucho, había hecho mucho bien, y que una de las maneras de seguir haciendo el bien era permitir que Prometeo fuera libre. Y se ofreció a morir. Eso descolocó a Zeus, que no tuvo más remedio que cumplir su promesa. Prometeo fue liberado y Quirón murió. Desde entonces, Prometeo vive entre los hombres, enseñándoles cómo hacer huir a los monstruos de la oscuridad, cómo no tomarse demasiado en serio a unos dioses que son como niños caprichosos, y haciéndoles saber que la compasión y el amor siempre merecen la pena, aunque puedan costarte un suplicio como el que él padeció.
            Hay otro mito vinculado a la creación de los seres humanos. Zeus estaba un poco harto de Prometeo, que siempre conseguía reírse de él. Se le ocurrió que podía ser una buena idea casarlo. No se nos puede olvidar que Zeus estaba casado con Hera, y que le iba bastante mal con ella. Hera era extremadamente celosa y posesiva, y Zeus se pasaba la vida huyendo de ella y de su mal carácter, y ligándose todo lo que se movía por los alrededores. Para Zeus, la infelicidad se llamaba matrimonio, así que qué mejor venganza que casar a Prometeo…
            Pero… el titán ya hemos dicho que era muy listo. La mujer que le presentó era Pandora –su nombre significa “todos los bienes”- y era guapísima y muy buena gente. Lo que pasa es que Prometeo sabía que Zeus no iba a darle nada bueno, y no se fiaba. Su hermano, Epimeteo, se enamoró de Pandora y quiso casarse con ella. A Prometeo le pareció bien. Zeus le hizo dos regalos. Uno, una pareja de anillos que había hecho Hefestos, el artesano experto en trampas, que hacían que quienes los llevaran no pudieran separarse nunca. Desde entonces, en las bodas hay un intercambio de anillos en señal de alianza. Ese se lo dio al novio, pensando que iba a ser Prometeo. Otro, una caja que contenía todos los bienes y todos los males, y que se la dio a Pandora, ordenándole que no la abriera nunca, bajo ningún concepto. Cosa que Pandora intentó cumplir a rajatabla. Nunca le dijo a Pandora qué había dentro de la caja.


 Epimeteo y Pandora


Y Epimeteo y Pandora eran muy felices. Epimeteo estaba muy enamorado de su mujer, y no quería separarse de ella, así que los anillos lo ayudaban en lugar de estorbarle, y Pandora era una excelente persona que adoraba a su marido y respetaba los deseos de Zeus. Le pareció un poco raro que le regalara una caja para no abrirla, pero como los dioses son raritos, tampoco le dio mayor importancia.
Lo que pasa es que Hera, celosa, no podía soportar que hubiera un matrimonio feliz si el suyo no podía serlo, y se propuso amargarle la vida a la pareja. Llamó a Pandora y le dijo que cómo no había abierto la caja todavía, que si le iba a hacer caso a Zeus, que lo llevaba claro, que fíjate cómo me tiene a mí, que soy su esposa y ni me atiende. Tanto le calentó la cabeza a Pandora, que la pobre mujer terminó abriendo la caja. Inmediatamente salieron de ella todos los bienes… y todos los males. La única que se quedó enganchada en el filo fue la esperanza, que pudo ser recuperada. Por eso se dice que “la esperanza es lo último que se pierde”. A partir de ahí se acabó la felicidad para Epimeteo y Pandora: empezaron los problemas, las enfermedades, las tragedias… y los remordimientos de la mujer, que se empezó a sentir culpable de todo lo que pasaba por no haber podido resistir las insinuaciones de Hera y no haber obedecido a Zeus.


 La caja de Pandora. Cuadro de finales del siglo XIX
Aparte de estos mitos, de los que hay diferentes versiones, cada dios y diosa tiene los suyos propios, que son muy interesantes y muy curiosos. En la biblioteca hay una colección, El Sendero de los Mitos, que cuenta bastantes de ellos.