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viernes, 12 de abril de 2013

OTRA DE PREHISTORIA Y PROCESO DE HOMINIZACIÓN

Un extraño homínido que aspira a cambiar la historia evolutiva

El australopiteco sediba, de hace dos millones de años, es un mosaico de rasgos humanos y simiescos y los científicos no tienen claro dónde colocarlo entre los antepasados del ‘Homo sapiens’
Alicia Rivera Madrid 11 ABR 2013 - 19:48 CET49 – DIARIO EL PAÍS

Dos esqueletos fosilizados, bastante completos y bien conservados, de unos extraños australopitecos que vivieron en África hace casi dos millones de años desconciertan al batallón de investigadores de 16 instituciones de todo el mundo que los han estudiado a fondo. Los Australopithecus sediba, que así se llaman, eran capaces de caminar erguidos, aunque no con tanta soltura como la especie humana, dado su talón simiesco; pero, a la vez, treparían por los árboles y las rocas con destreza. Por sus dientes, columna vertebral y mandíbula eran parecidos a los humanos primitivos, pero sus hombros y brazos eran más bien de mono, y la caja torácica superior se parece a la de los grandes simios. La extraña criatura tenía el cerebro pequeño. Entonces, ¿está en la línea ancestral de la especie humana o no? ¿Dónde encaja en el árbol de familia de los homínidos? Los paleontólogos siguen sin tenerlo claro. Ya apuntaban a esa indefinición hace dos años, cuando presentaron oficialmente los fósiles de A.sediba, descubiertos dos años antes en Sudáfrica. Desde entonces, los científicos, divididos en seis equipos de especialistas que se han repartido los fósiles (dientes unos, brazos otros, extremidades inferiores otros, etcétera) han analizado exhaustivamente los esqueletos descubiertos de aquellos dos misteriosos individuos (más un tercero representado solo por un fragmento de tibia). Han comparado los huesos con restos de otras especies de australopitecos y de humanos y escrito seis artículos en la revista Science con sus conclusiones.
Este exhaustivo examen “nos da una idea de una especie de homínido que parece un mosaico en su anatomía y que presenta un conjunto de complejos funcionales que son diferentes tanto de lo predicho para otros australopitecos como los del Homo primitivo”, resume Lee R.Berger, descubridor de A.sediba y líder de la investigación, en la revista Science. “La clara visión de la anatomía de esta especie de homínido primitivo tendrá claramente implicaciones a la hora de interpretar el proceso evolutivo que afecta al modo y al tiempo de la evolución de los homínidos y la interpretación de la anatomía de las especies no tan bien conocidas”.
Berger, o más bien su hijo Mathieu, de nueve años, descubrió el primer fósil de lo que luego se denominó A.sediba, en agosto de 2008, en los alrededores de Johanesburgo, en concreto en un lugar llamado Malapa. Fue el pistoletazo de salida y Berger (investigador de la Universidad de Witwateersrand, Suráfrica) inició con su equipo científico una exploración intensa. En total han salido ya a la luz los restos esqueléticos de dos individuos, una mujer y un hombre joven, más un hueso de un tercero. Medirían 1,27 metros de altura, ella pesaría unos 33 kilos y él, 27, y su cerebro rondaría los 420 o 450 centímetros cúbicos, frente a los 1.200 a 1.600 del nuestro.
En la antigua visión de la evolución, el A.sediba sería el perfecto eslabón perdido, el ejemplar oportuno que tiene unos rasgos del precedente en antigüedad y otros del siguiente. Pero los científicos saben que la cosa no funciona así, que la evolución no es una cadena, sino una intrincada ramificación de especies con ancestros comunes y parentescos más o menos próximos. La cuestión es situar este homínido con un mosaico de características en ese árbol de familia. Además, la antigüedad es clave en este caso porque hace dos millones de años existía ya en África el Homo erectus, antepasado del Homo sapiens y, seguramente, el primero que salió del continente ancestral y se expandió por el viejo mundo. A.sediba se ha datado en 1.980.000 años.
Los investigadores, en sus estudios comparativos, se han centrado sobre todo en los rasgos de aquel H.erectus y en un australopiteco anterior al A.sediba, el A.africanus. Pero entra en el debate una especie más de australopiteco, A.afarensis, a la que pertenece el célebre esqueleto Lucy, adoptado como abuela ancestral de la humanidad, aunque hay ya importantes paleoantropólogos que se inclinan por sacar a la familia de Lucy de la línea evolutiva humana. Berger sugiere “la posibilidad de que A.sediba y tal vez A.africanus no descienden del linaje de A.afarensis” y él no llega a afirmar que los fósiles de Malapa se sitúen en la línea humana, pero Science destaca que “el conjunto de análisis ahora presentado parece apuntar hacia un probable ancestro del género Homo”. El hecho de que Lucy y su familia fuesen bípedos parece complicar las cosas para los A.sediba, si estos no descienden de los A.afarensis. Pero “múltiples formas de bipedalismo fueron practicadas por nuestros ancestros primitivos homínidos”, señala el científico de Johanesburgo.
Las grandes preguntas acerca de la extraña criatura de Malapa siguen abiertas, y los científicos aspiran a contestarlas, sobre todo cuando tengan más fósiles de esta especie. El próximo verano Berger y su equipo retomarán la excavación en el yacimiento. Tal vez el A.sediba sea un antepasado remoto del Homo sapiens, o tal vez fuera un especie de homínido que acabó en un callejón sin salida de la evolución, es decir, extinguiéndose.

martes, 12 de marzo de 2013

Estamos viviendo tiempos interesantes

Nuevo Papa
RELIGIÓN | Elección del nuevo papa DIARIO EL MUNDO
Guía para no perderse en el Cónclave
  • Comienza uno de los ritos más antiguos de la Historia de la Humanidad
Carmelo Pérez |
Actualizado martes 12/03/2013 08:56 horas
La celebración del Cónclave pone en escena uno de los ritos más antiguos y más estrictamente detallados de la Historia de la Humanidad. Son ceremonias, signos, expresiones, protocolos... que poco tienen que ver con la vida ordinaria y de los que conviene conocer su significado para no perderse en el maremágnum de información de estos días.
1.- ¿Qué es el Cónclave? Es el proceso con el que la Iglesia católica elige al Papa. En esta ocasión será el 266 sucesor de san Pedro. El término procede de la expresión latina 'cum clavis', que significa 'bajo llave'. Realmente, la sala de elecciones, la Capilla Sixtina, se cierra con llave tanto desde el interior como desde el exterior después de que se pronuncia el "Extra omnes!" (¡Todos fuera!).
2.- ¿Quién puede elegir y ser elegido Papa? Ciento veinte cardenales de todo el mundo han sido convocados, aunque sólo 115 estarán presentes, pues tres han superado la edad máxima para ser elector (80 años), uno se ha excusado por motivos de salud y otro ha renunciado por "comportamientos sexuales inadecuados". De entre ellos saldrá el Papa, aunque en realidad puede ser elegido cualquier varón con pleno uso de razón.
3.- ¿Por qué es un proceso secreto? Con el total aislamiento de los cardenales se trata de evitar que sean influenciados o presionados. Tienen prohibido el uso de móviles, ordenadores, radios, televisión, prensa escrita... Nadie se puede acercar a ellos ni ellos pueden comunicarse con nadie y se ha comprobado que no hay micrófonos ni cámaras ocultas en la Capilla Sixtina. En el caso de no respetar el juramento de secreto que han hecho, quedan excomulgados 'latae sententiae' (de forma inmediata y sin necesidad de juicio previo).
4.- ¿Cómo es un día en el Cónclave? Cada jornada se programan dos escrutinios o tandas de votaciones, una por la mañana y otra por la tarde. Antes, los cardenales celebran la eucaristía y asisten a la predicación de uno de ellos. En cada escrutinio se vota dos veces si es necesario, aunque si se alcanzan los dos tercios de los votos se interrumpe el proceso , pues es la cantidad necesaria para ser proclamado Papa. El resto de la jornada, los cardenales hablan entre ellos y descansan en la Casa Santa Marta, cuyas habitaciones se adjudican por sorteo. Antes de que existiera esta residencia, vivían en los aledaños de la Capilla Sixtina, en cubículos separados por biombos y con sólo un baño para todos.
5.- El voto, ¿es secreto? El voto es personal y secreto. Los cardenales no se pueden abstener de ejercerlo. Han de escribir el nombre de su elegido en una papeleta con una caligrafía lo menos parecida posible a su forma normal de escribir. Cuando son llamados, acuden a la urna con la papeleta en alto, la colocan en un plato y con éste la introducen en la urna.
6.- ¿Cuánto puede durar un Cónclave? Sin prisas y con pausas. Así se desarrolla el Cónclave. Puede durar tanto tiempo como sea necesario. Después de tres días sin resultado positivo, se interrumpen las votaciones y se dedica una jornada a la oración y al diálogo. Y así, cada siete escrutinios. Tras nueve días, los dos candidatos más votados pueden dirigir unas palabras al resto y en la siguiente votación no participan, sólo pueden ser votados por ellos.
7.- ¿Qué ocurre cuando se elige al Papa? Se le pregunta si acepta o no el cargo, pues no está obligado a hacerlo. En caso positivo, se le declara oficialmente Papa. A continuación pasa a la llamada Sala de las Lágrimas, donde se viste con una de las tres sotanas de distinto tamaño dispuestas para él. Se llama así a esta pequeña sacristía pues dice la tradición que allí lloran por primera vez los que han sido elegidos, conscientes de la responsabilidad que asumen.
8.- ¿Qué significa la fumata? El resultado de las votaciones se conoce por el color del humo que sale por la chimenea que conecta con la Capilla Sixtina. Por primera vez, en este Cónclave habrá dos estufas: una para quemar las papeletas y los apuntes de los cardenales tras cada votación y otra para producir humo de color con pastillas químicas. El humo blanco indicará que se ha elegido al Papa.
9.- ¿Por qué en su mayoría han sido italianos? En una época se explicaba por la mayor vitalidad de la Iglesia italiana con respecto a las nacientes iglesias de otros países. Hoy por hoy, es difícilmente justificable. Hasta hoy, de los 265 papas de la Historia, 212 han sido italianos. Lejos de esa cantidad, 17 fueron franceses; 11 de ellos, griegos; seis, sirios; el mismo número, alemanes; tres fueron españoles; tres, africanos y dos procedían de Dalmacia. Sólo una vez el Papa ha sido portugués, inglés, cretense, holandés o polaco.
10.- ¿Por qué el Papa se cambia el nombre? No es obligatorio que lo haga, pero tradicionalmente expresa así su respeto por alguna figura de la Historia de la Iglesia. Los más usados han sido Juan (23), Gregorio y Benedicto (16), Clemente (14), León (13) y Pío e Inocencio (12). Ninguno ha querido elegir Pedro, por respeto al apóstol. El nombre del nuevo Pontífice se conoce cuando es presentado en el balcón central de la Basílica de san Pedro con estas palabras: "Os anuncio un gran gozo: ¡Tenemos Papa! El eminentísimo y reverendísimo Señor don Joseph, cardenal de la Santa Iglesia Romana Ratzinger, que se ha impuesto el nombre de Benedicto XVI" [anuncio del último Papa]. Tras este 'Habemus Papam!' y después de escuchar sus primeras palabras, el nuevo Pontífice imparte la bendición Urbi et orbi [a la ciudad y al mundo].

miércoles, 27 de febrero de 2013

Sobre el Homo Antecessor

El ‘Homo antecessor’ de Atapuerca medía 173 centímetros

Un nuevo método estadístico permite calcular la altura de los homínidos a partir de huesos del pie

DIARIO EL PAÍS

El Homo antecesor, de hace más de 800.000 años, cuyos fósiles fueron descubiertos en la cueva de Gran Dolina del yacimiento de Atapuerca (Burgos), medía entre 173 y 174 centímetros de altura, algo más de los que esperaban los científicos, según los análisis realizados con un nuevo método estadístico basado en los huesos del pie. El método permite estimar este rasgo esencial de la anatomía aunque no se recuperen o estén incompletos los huesos largos del esqueleto, como el fémur y la tibia, afirman los investigadores.
Para conocer la altura de un individuo, tanto en estudios paleontológicos como forenses, lo ideal es poder realizar la reconstrucción anatómica del esqueleto y, cuando no es posible, porque los restos son escasos, lo habitual es estimar esta característica a partir de los huesos largos directamente implicados en la estatura, como el fémur y la tibia. Se aplica entonces el principio de proporcionalidad: individuos grandes, huesos grandes e individuos pequeños, huesos pequeños.
Pero, a veces, fémur y tibia o no se encuentran o están demasiado fragmentados e incompletos. Un equipo de investigadores de varias universidades y centros de investigación españoles, junto con colegas británicos, han buscado otro enfoque de la mano de las llamadas técnicas estadísticas robustas.
Los científicos se han centrado en los huesos del tobillo, o tarso, y del empeine, o metatarso. Estos huesos, al ser pequeños, suelen encontrarse completos. “Además, hemos comprobado que, combinando tarso y metatarso, la estimación [de estatura] es aún más fiable”, señala Adrián Pablos, investigador del Instituto de Salud Carlos III. “Nuestro método es más robusto porque minimiza el efecto de los individuos atípicos en la correlación, haciendo la estimación más estable; esto nunca se había hecho así antes”, añade.
Para poner a punto su método han analizado 564 huesos de pie de 94 individuos (48 hombres y 46 mujeres) euroamericanos y afroamericanos que nacieron entre 1825 y 1910 y que murieron a edades comprendidas entre los 17 y los 50 años, según informa la Universidad Nacional de Educación a Distancia. La colección de huesos pertenece al Museo de Historia Natural de Cleveland (EE UU) y con sus análisis los investigadores han logrado destacar los huesos del pie más útiles para estimar la altura del individuo.
Los resultados de la investigación se han presentado en la revista Forensic Science International.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Textos para el estudio de la Revolución Industrial y el Movimiento Obrero

EL ANARQUISMO. TEXTOS DE BAKUNIN
Concepto de libertad
“Sólo soy verdaderamente libre cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres [...] de modo, pues, que cuantos más sean los hombres libres que me rodean y más profunda y amplia sea su libertad, más extensa profunda y amplia lo será la mía... sólo puedo decirme verdaderamente libre cuando mi libertad, o, lo que es lo mismo, cuando mi dignidad de hombre, mi derecho humano, reflexionados por la conciencia igualmente libre de todos, vuelven a mí confirmados por el asentimiento de todo el mundo.”

1.- ¿De qué depende la libertad propia?

El Estado
“El Estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada cualquiera: clase sacerdotal, clase nobiliaria, clase burguesa. Clase burocrática, en fin, cuando el Estado, habiéndose agotado todas las otras clases, cae o se eleva, como se quiera, a la condición de la máquina.
Siempre garantiza lo que encuentra: a unos, su riqueza, a otros su pobreza. A unos, la libertad, basada en la propiedad; a otros la esclavitud, consecuencia fatal de su miseria.”

2.- ¿Para qué sirve el estado?
3.- Relaciona esta idea con la expresada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, que dice que “La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, nobles y siervos, maestros jurados y compañeros; en una palabra, opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya abierta, ya disimulada; una guerra que termina siempre, bien por una transformación revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas”.

La Religión
“[La Religión] ha trasladado a un cielo ficticio la humanidad, la justicia y la fraternidad, para dejar en la tierra el reino de la iniquidad y de la brutalidad. Ha bendecido a los bandidos felices. Y para hacerlos más felices aún, ha predicado la resignación y la obediencia entre sus innumerables víctimas: los pueblos. Y cuanto mas sublime parecía el ideal que adoraba en el cielo, más horrible se volvía la realidad en la tierra”

4.- ¿Por qué son ateos los anarquistas?
5.- ¿Tú crees que los anarquistas tendrían las simpatías de la Iglesia?

Concepto del poder
“Está claro que la ausencia de una oposición y de un control permanentes se convierten, inevitablemente, en una fuente de depravación para todos los individuos que se encuentran investidos de un poder social, sea el que fuere. Y que aquellos que desearen salvar su moralidad personal deberían poner mucho cuidado en no retener demasiado tiempo el poder; esto en primer término. Y en segundo término, deberían poner mucho cuidado en provocar contra ellos mismos, durante el tiempo que retienen el poder, la oposición y el control, que tan saludables son”.

6.- Se dice que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. ¿Guarda este dicho relación con las propuestas de Bakunin? Razona la respuesta

*Sugerencia: Sobre este tema hay una magnífica trilogía de películas y una novela no menos excelente para los que les guste leer: “El Señor de los Anillos”.

Organización federal
“La base de toda la organización política de un país debe ser la comuna absolutamente autónoma, siempre representada por la mayoría de los sufragios de todos los habitantes mayores, hombres y mujeres con igual título.
Cada país, cada nación, cada pueblo –pequeño o grande, débil o fuerte-, cada región, cada provincia y cada comuna tienen el derecho absoluto de disponer de su suerte, de determinar su propia existencia, de escoger sus alianzas, de unirse y separarse, de acuerdo con su voluntad y con sus necesidades y sin ningún miramiento para con los supuestos derechos históricos ni para las necesidades políticas, comerciales o estratégicas de los Estados. La unión de las partes en un todo, para ser verdadera, fecunda y fuerte debe ser absolutamente libre. Únicamente debe resultar de las necesidades legales internas y de la mutua atracción de las partes de las cuales éstas son jueces únicos.”

7.- ¿Qué tipo de organización estatal propone Bakunin?
8.- Relaciónalo con el nacionalismo y con los problemas que plantea para España la demanda de independencia de Cataluña y el País Vasco. (No digas disparates: ninguno de estos partidos es anarquista…)


Lecciones de los luditas
Eliane Glaser · · · · ·
06/01/13



En 2012 se han cumplido 200 años de la rebelión ludita, acontecida entre finales de 1811 y mediados de 1812 en varios de los condados industriales ingleses. Recuperamos un artículo de la periodista Eliane Glaser que analiza su pertinencia en un presente de generalizada tecnofilia.  

Hace este mes doscientos años, grupos de tejedores artesanos comenzaron a reunirse de noche en los páramos que rodeaban las ciudades de Nottinghamshire. Proclamando su lealtad al mítico Rey Ludd del bosque de Sherwood, y a veces subversivamente travestidos con vestidos y sombreros de señora, los luditas organizaron incursiones para destrozar la maquinaria de fábricas textiles que se extendieron rápidamente por el norte de Inglaterra. El gobierno movilizó al ejército y declaró delito castigado con la pena capital la destrucción de telares: los levantamientos fueron dominados hacia el verano de 1812.   

Al contrario de lo que modernamente se supone, los luditas no se oponían a la tecnología en sí misma. Se oponían al modo particular en que se aplicaba. Al fin y al cabo, había habido telares para hacer medias desde doscientos años antes de que aparecieran los luditas, y no fueron ellos los primeros en hacerlos trizas. Su protesta se dirigía específicamente a una nueva clase de fabricantes que minaba agresivamente los salarios, desmantelando los derechos de los trabajadores e imponiendo una temprana forma corrosiva de libre comercio. A fin de demostrarlo, destruyeron de modo selectivo las máquinas propiedad de los gerentes de fábricas que recortaban precios, dejando intacto el resto de la maquinaria.

Los luditas originarios disfrutaron de un fuerte respaldo local, así como del destacado apoyo de Lord Byron y Mary Shelley, cuya novela Frankenstein alude al lado obscuro de la Revolución Industrial. Pero en la era digital, el ludismo como posición apenas resulta defendible. Igual que asumimos que los luditas originarios eran simplemente tecnófobos, se ha vuelto impensable permitir objeciones políticas de mayor calado al rumbo que lleva en su trayectoria la tecnología contemporánea.

Los promotores de la tecnología de Internet combinan el entusiasmo visionario con un realismo del te guste o no te guste. De modo que el disentimiento se desecha como un rechazo irracional del progreso o una negativa a encarar lo inevitable. Es el realismo lo que resulta especialmente difícil de contrarrestar, la noción de que la tecnología es una fuerza imparable y no negociable enteramente separada de la acción humana. No queda mucho tiempo para la crítica política cuando te están constantemente diciendo que "el mundo cambia rápidamente y tienes que mantenerte al tanto". Lo que tiene su gracia, dado que la política llena los argumentos hasta de los más puros defensores de la tecnología.

Tal como ha hecho notar Slavoj Žižek, el lenguaje de defensa de Internet – frases como el "flujo ilimitado de información" y "el mercado de las ideas" – refleja el lenguaje de la economía del libre mercado. Pero los tecnoprofetas usan también la jerga revolucionaria izquierdista. Twitter y los foros de diálogo de los diarios digitales crean un campo de juego equilibrado en el debate público; y se ve en los incontables reportajes de revista sobre cómo Internet fomenta la protesta de base, coloca las herramientas de producción cultural en manos de los aficionados y permite a la gente del común inmediato acceso a la información que mantiene alerta a los dirigentes políticos. Esto no es Adam Smith, es Marx y Mao.

De hecho, ambas retóricas – la del libre mercado y la de la emancipación de abajo arriba – sirven para ocultar el ascenso del capitalismo de amiguetes y la concentración de poder y dinero en lo más alto. Google está muy ocupado adquiriendo “toda la información del mundo” [lema de un anuncio de Google]. Facebook va recogiendo nuestros datos personales para el mundo que viene de la publicidad personalizada. Amazon está monopolizando el comercio de libros. El abandono de la neutralidad de la Red significa control empresarial de la Red. Una vez que todos nuestros libros, música, imágenes e información estén almacenados en la nube, serán propiedad de un puñado de conglomerados. Mientras los comités de ética debaten los riesgos y méritos de la ingeniería genética y las tecnologías reproductivas, nada se hace por regular la mercantilización de los seres humanos online. 
Cambio tecnológico no equivale automáticamente a progreso. Si así fuera, le estaríamos dando prioridad a la investigación en energías renovables y la búsqueda de nuevos antibióticos. En cambio, el sector periodístico, la industria editorial y musical se encuentran en declive terminal y un millón de pantallas publicitarias "al aire libre" se abren parpadeando a la vida. Parece como si nos encaminásemos a un mundo en el que los periodistas no podrán exigir cuentas a los políticos, ni los autores escribir libros ni los músicos producir otra cosa que no sean popurrís nostálgicos. Pero será un mundo al que ciertos agentes – las nuevas empresas mediáticas y sus anunciantes – le van a sacar un bonito partido. El cambio tecnológico no es producto ni de la evolución natural ni de una revolución espontánea. Lo impulsan las élites empresariales que tienen el poder de disponer las cosas de acuerdo con sus intereses.

Habrá quien arguya que la tecnología crea inevitablemente ganadores y perdedores; que la ruta hacia la eficiencia significa recortar precios y empleos. Que el progreso, dicho de otro modo, no siempre resulta bonito.  

Pero si la eficiencia fuera nuestra única meta, no estaríamos hablando de la creación de empleo como un fin en si mismo. No nos inquietaríamos por el estancamiento salarial y el consiguiente desplome del gasto de los consumidores. No estaríamos viendo en la tele a Kirstie Allsop [presentadora de programas de hogar y decoración en la televisión británica] haciendo ramilletes de narcisos con alambre con el Instituto Femenino de Gales. Y dado que los puestos de trabajo no solo tienen que ver con ganar dinero, sino también con la satisfacción y comunidad propias, el sueño de principios del siglo XX que nos liberaría del trabajo se ha convertido en una pesadilla de tecnología que priva a la gente no solo de su sustento sino de su entera razón de ser. Por no mencionar el hecho de que el “Smartphone” ha convertido nuestro tiempo de ocio en trabajo.

Parece que hemos olvidado que la tecnología es una herramienta que podemos desarrollar para alcanzar ideales democráticamente convenidos. Repasar los motivos de los rompetelares nos recuerda que la tecnología no sólo guarda relación con las máquinas. Guarda relación con las alternativas y prioridades humanas y lo que significa de verdad el progreso.

Eliane Glaser es periodista, productora de la BBC y autora de Get Real: How to Tell it Like it is in a World of Illusions.


1.- ¿Quiénes son los ludditas?
2.- ¿Están contra la tecnología? ¿Y Eliane Glaser, está contra la tecnología? Razona las respuestas.
3.- ¿Qué significa que cambio tecnológico no equivale a progreso?

TRIBUNA

¿Liberalismo o barbarie?

No solo las gentes de izquierdas están indignadas con la situación presente
Una de las mentiras más hirientes del presente es suponer que la nueva casta financiera es liberal, a pesar de que niega muchos presupuestos del nuevo y viejo liberalismo. Cojamos como primer ejemplo de lo dicho al padre supremo del liberalismo, Adam Smith, que aconsejaba prudencia en el gasto y en los préstamos, y que en el capítulo III de La riqueza de las naciones, declara: “No pueden florecer largo tiempo el comercio y las manufacturas en un Estado que no disponga de una ordenada administración de la justicia, donde el pueblo no se sienta seguro en la posesión de su propiedad, en que no se sostenga y proteja, por imperativo legal, la honradez en los contratos, y que no se dé por sentado que la autoridad del gobierno se esfuerza en promover el pago de los débitos por quienes se encuentran en condiciones de satisfacer sus deudas. En una palabra, el comercio y las manufacturas solo pueden florecer en un Estado en que exista cierto grado de confianza en la justicia y el gobierno.”
Es sabido que la casta financiera ha perpetrado toda clase de abusos y engaños con sus clientes, jugando miserablemente con su dinero, usurpándoselo para llevar a cabo operaciones de alto riesgo, y ante las cuales los gobiernos han hecho la vista gorda, en parte por los muchos favores que les debían a los bancos. Adam Smith dice que el gobierno ha de velar para que se paguen las deudas (y también dice que siempre que los deudores puedan hacerlo). Todo lo contrario a lo que están haciendo los bancos y los gobiernos. Se exige a los que no pueden pagar las deudas que lo hagan aunque sólo les quede como destino el suicidio, pero ignorando que los bancos no están pagando los gastos comunitarios de las casas que usurpan a la clase obrera y a la clase media. Queda claro que la desconfianza hacia la banca y el gobierno es en estos momentos total y es normal que entre nosotros no florezcan ni las manufacturas ni el comercio, como preveía en ese caso el viejo Adam Smith. ¿Y qué decir del siempre malinterpretado David Ricardo? Según él, el sueldo más correcto tendría que permitirle al trabajador mantener a su familia y posibilitarle la existencia de una previsión en una entidad bancaria para momentos de vacas flacas. Muy razonable, pero ¿qué ha hecho la casta financiera con el dinero que los trabajadores depositaban en sus entidades y que les hubiese servido para vivir una vejez digna?
Tampoco parecen haber hecho caso a Stuart Mill, que al final de su ensayo Sobre la libertad decía que “el valor de un Estado, a la larga, es el valor de los individuos que lo componen. Y un Estado que pospone el desarrollo y la elevación intelectual de sus miembros, un Estado que empequeñece a los hombres, a fin de que sean, en sus manos, dóciles instrumentos, llegará a darse cuenta de que, con hombres pequeños, nada grande podrá ser realizado”, asegura.
A la luz de estos principios, es preferible no analizar el comportamiento del poder político y financiero, empeñado en someter a la clase media y hacerla desaparecer, que pospone hasta lo indecible el desarrollo intelectual, y que empequeñece a los hombres hasta convertirlos en títeres trágicos de un estado de cosas donde prevalece, por encima de todo, la injusticia, la estafa y la mentira, y donde las denuncias no sirven para nada.
Si dejamos atrás el liberalismo clásico y nos acercamos más a nuestra época y a las escuelas marginalistas, nos encontraríamos con Léon Walras, que creía en la relación directa entre la utilidad, el consumo y el bienestar. Cuanto más bienestar poseyera un ciudadano, más útil sería para la economía en general y para la sociedad, y con más capacidad de lubricar el sistema. Si siguiésemos su teoría, la clase media, cada vez más abocada a la ausencia de bienestar, estaría dejando de ser una clase útil: algo bastante peligroso y demencial.
Antes de seguir confieso que me he ido acercado desde mi condición de novelista a los textos fundamentales del liberalismo y el neoliberalismo buscando trasfondos teóricos para la construcción de algunos personajes, y nunca ha dejado de asombrarse como los viejos y los nuevos pensadores del liberalismo confunden con frecuencia los artefactos ideológicos de la cultura (o de su cultura) con las leyes de la naturaleza, a menudo con la intención de justificar doctrinas bastante dudosas. Ya decía Unamuno que “la ciencia es la ideología de cada época” y la ciencia de este momento es la economía, saturada de ideología por todas partes. Nada escapa al imperio de la ideología, y la presunta ausencia de ideología que proclama cierto liberalismo es otra ideología con la que hay que contar, más sofística que sofisticada. Resulta sorprendente que cuanto más clara se percibe una ideología más suele ser negada como tal por sus defensores. A este respecto me viene a la mente lo que le dijo una vez Trotski a André Breton: “El marxismo no es una ideología, es un destino”. Lo mismo vienen a decir ciertos liberales respecto a su ideario, pero no pretendo aquí enjuiciar las doctrinas liberales sino apoyarme parcialmente en ellas para hablar de la devastación presente. Por otra parte, mis andanzas por la senda izquierda nunca me han impedido aceptar que las iluminaciones de los autores ya indicados, además del férreo Malthus (que como más tarde Lévi-Strauss, pensaba que la superproducción y la superpoblación era lo peor que le podía ocurrir a nuestra especie) me han ayudado a comprender mejor lo que pasó y lo que está pasando en nuestro cuerpo social, últimamente muy enfermo y deteriorado. Si bien pocos textos me han servido tanto como La acción humana de Ludwig von Mises, especialmente cuando habla de la imposibilidad de gobernar en desacuerdo con la opinión pública. “No cabe un gobierno impopular y duradero”, dice, y asegura que la supremacía política de la opinión pública “determina el curso de la historia” y que de poco les sirven, a los individuos intelectualmente mejor dotados, “los logros sociales y las grandes ideas si no hacen atractiva a la mayoría su ideología.”
Muchos gobernantes europeos de ahora debieran prestar mucha atención a las reflexiones de Mises y esmerarse en explicarse mejor, infinitamente mejor, si no quieren que los devore “el curso de la historia”.
En el mismo capítulo Mises habla de uno de los grandes errores del liberalismo clásico: el haber ignorado a los de abajo, el no haber previsto “la aparición de masas humanas sin acomodo posible”, y el haber cerrado los ojos ante el surgimiento de “un proletariado que aquel orden social que pretendían perpetuar no podía compensar y absorber.” Y acaba diciendo que “jamás pensaron los viejos liberales que las masas podrían llegar a interpretar la experiencia histórica con arreglo a filosofías muy distintas a las suyas.”
Y bien, es evidente que los actuales dirigentes están cayendo en el mismo error que Mises atribuía a los liberales del pasado: no haber previsto el despliegue, cada vez más abismal, de una clase obrera desempleada e imposible de absorber, así como el desmoronamiento, no menos abismal, de una clase media empobrecida y que se va a ver obligada a “interpretar su experiencia histórica con arreglo a filosofías muy distintas” a las que cabría imaginar en tiempos de bonanza y burbuja desalmada.
No hablemos pues ni de liberalismo ni de socialismo, hablemos mejor de caos y de barbarie, justamente lo que más repudiaba el neoliberal Mises. Por eso no solo las gentes de izquierdas están profundamente indignadas con la situación presente. ¿Acabará yendo algún banquero a la cárcel?
Jesús Ferrero es escritor.

ACTIVIDADES:

1.- Haz un cuadro-resumen de las ideas de los principales pensadores a los que se refiere este texto:
Autor
Título de la obra
Idea principal del texto
De qué manera no se tiene en cuenta en el liberalismo actual
Adam Smith
La riqueza de las naciones




2.- Según Léon Walras, mientras mejor es la situación económica individual de un ciudadano, mejor funciona la economía en general. Explica este razonamiento.

3.- Según Mises, no se puede dar un gobierno impopular y duradero en las sociedades actuales. ¿Por qué?

4.- ¿Por qué crees que los liberales clásicos no pudieron prever la aparición de grandes masas de población que nunca podrían llegar a vivir con comodidad o con las necesidades básicas resueltas?

5.- ¿Cuál es la principal contradicción que hay en la economía actual, respecto a las masas de población que nunca podrán encontrar un empleo que les permita vivir? ¿Cómo se puede resolver esto?


Somos todos unos indecentes

26 oct 2012
Arturo González – Diario Público


Estoy hasta los cojones de la legalidad.
Estoy hasta los cojones de que se diga que las leyes se pueden cambiar, pero no se cambian.
Un hombre se ha suicidado en Granada ante la inminencia de desahucio de su vivienda por impago.
A este hombre ya le da igual que cambien o no las leyes.
Un grupo de personas llevan durmiendo varias noches al raso delante de Bankia en un intento de evitar el desahucio de 50 familias amenazadas de ello por el tristemente famoso banco. Bankia replica que no negocia con colectivos, y los acampados deben continuar durmiendo en la calle.
En los pasados cuatro años se han llevado a cabo 350.000 desahucios. Últimamente, 517 cada día. Cada día.
Varios jueces han hecho un estudio de la procedencia de esta figura del desahucio. Han llegado a la conclusión de que la banca juega con ventaja, que se aprovecha de ¡una legislación de 1909, mal reformada en el año 2000!, practica malas artes comerciales, vende productos financieros engañando y sin valorar las posibilidades reales del deudor.
Y proponen medidas que alivien la desgracia de estos atribulados ciudadanos: que las ayudas a los bancos se extiendan obligatoriamente a esos clientes, que los jueces a la hora de dictar sentencia puedan tener en cuenta las desgracias familiares, las situaciones de paro, los accidentes de trabajo, las enfermedades persistentes.
El Consejo General del Poder Judicial ha archivado el informe sin debatirlo.
¿Pero cómo podemos permanecer impávidos ante estas tropelías y villanías sociales? Hoy ya no será noticia el ahorcado de Granada. ¿Cómo es posible que aun a regañadientes aceptemos estas brutales crueldades de los bancos que tenemos que rescatar de sus desastres de gestión? ¿Cómo toleramos y votamos a un Gobierno, cualquier Gobierno, que no tiene la voluntad de paliar tales desmanes y aplicar todos los muchos resortes legales existentes?, ¿cómo no se les cae la cara de vergüenza a todos los responsables pasados y actuales de Bankia, que impertérritos consienten que a los ciudadanos en desgracia los despojen de sus viviendas mientras ellos disfrutan de sueldos y complementos de fábula, van a misa o navegan en yates?, ¿qué jueces son éstos que no se constituyen en intérpretes generosos y solidarios de la legalidad, pero bien que se unen para reclamar sus días libres y demás recortes, como han tenido todos los ciudadanos?, ¿de verdad que Rajoy puede dormir tranquilo en su almohada de plumas sin intervenir en el asunto?, ¿sobre qué conciencias cae la muerte del trabajador de Granada?, ¿cuántos suicidios son necesarios para que todos nos soliviantemos más de un minuto o ni eso? El drama de la vivienda es espantoso, con cinco millones de pisos vacíos, pero pasamos en volandas sobre él, convirtiéndolo en un tema recurrente y sin interés, ¿qué es de esas familias desahuciadas, a dónde van, cómo viven ellos y sus hijos?
Ayer nos ahorcamos todos en Granada, y la flor de la mandrágora dejó caer unas gotas de revolución y contestación social. Solo si prenden dejaremos de ser todos unos indecentes. Sí, es sentimentalismo barato. Es el sentimentalismo de decir que estamos todos hasta los cojones de la legalidad y de las leyes que no quieren cambiar.
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Gota RELATIVA: Amancio Ortega, dueño de Zara, dona 20 millones de euros a Caritas. Su fortuna es de 38.000 millones de euros.
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Gota del EMPLEO: El paro supera el 25%. ¿Es usted uno de los 5.778.100 españoles que quieren trabajar y no pueden? ¿A qué cree que se debe, qué se puede hacer?


1.- Relaciona las condiciones de vida que aparecen aquí con las del texto de Engels “Situación de la clase obrera en Inglaterra”. No olvides que hay unos 150 años de diferencia entre uno y otro.

2.- El texto de Arturo González es un artículo de prensa y está escrito con la inmediatez de la muerte de un hombre y la indignación que le produce al autor. ¿Cuáles son las causas de esa muerte? Las inmediatas y las profundas. ¿Qué datos aporta para que los lectores se hagan cargo de la situación y compartan su punto de vista?


TEXTOS DE ENGELS: “SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA”

(Son textos recortados: el enlace para leer el libro completo es http://www.facmed.unam.mx/deptos/salud/censenanza/spivst/spiv/situacion.pdf)

"En cuanto a las grandes masas obreras, el estado de miseria e inseguridad en que viven ahora es tan malo como siempre o incluso peor. El East End de Londres es un pantano cada vez más extenso de miseria y desesperación irremediables, de hambre en las épocas de paro y de degradación física y moral en las épocas de trabajo. Y si exceptuamos a la minoría de obreros privilegiados, la situación es la misma en las demás grandes ciudades, así como en las pequeñas y en los distritos rurales. La ley que reduce el valor de la fuerza de trabajo al precio de los medios de subsistencia necesarios, y la otra ley que, por regla general, reduce su precio medio a la cantidad mínima de esos medios de subsistencia, actúan con el rigor inexorable de una máquina automática cuyos engranajes van aplastando a los obreros.

1.- ¿Cuál es la causa de la miseria de los obreros, según Engels?


La situación de la clase obrera, es decir, la situación de la inmensa mayoría del pueblo, o también la cuestión siguiente: ¿cuál debe ser la suerte de esos millones de seres que no poseen nada, que consumen hoy lo que ganaron ayer, cuyos descubrimientos y el trabajo han labrado la grandeza de Inglaterra, que diariamente se hacen más conscientes de su fuerza, y exigen cada día más imperiosamente su parte de las ventajas que procuran las instituciones sociales?
Ella es el común denominador de todos los debates parlamentarios de alguna importancia, y aunque la clase media inglesa no quiera admitirlo todavía, aunque trate de eludir esta importante cuestión y haga pasar sus intereses particulares por los verdaderos intereses de la nación, esos expedientes no le servirán de nada. Cada período de sesiones del Parlamento ve la clase obrera ganar terreno y los intereses de la clase media perder importancia, y aunque la clase media sea la principal e incluso la única fuerza en el Parlamento, la última sesión de Cámara de los Comunes, ha sido el héroe de esta sesión, en tanto 1844 no ha sido más que un largo debate sobre las condiciones de vida de los obreros (…) Pero ya es hora que la clase media inglesa haga concesiones a los obreros, que ya no suplican, sino que amenazan y exigen, porque antes de mucho podría ser demasiado tarde.
Pero la clase media inglesa y, en particular, la clase industrial que se enriquece directamente de la miseria de los trabajadores, no quiere saber nada de esta miseria. Ella que se siente fuerte, representativa de la nación, se avergüenza de mostrar a los ojos del mundo esta llaga en el flanco de Inglaterra; ella no quiere admitir que los obreros se hallan en la miseria, porque es ella, la clase industrial poseedora, quien tendría que asumir la responsabilidad moral de esta miseria. De ahí que la actitud burlona que adoptan los ingleses cultos -y ellos son los únicos, es decir la clase media, a quien se conoce en el continente cuando se ponen a hablar de la situación de los obreros; de ahí
la ignorancia total, de toda la clase media, respecto a todo lo que afecta a los obreros; de ahí las torpezas ridículas que esta clase comete en el Parlamento y fuera del mismo cuando se discuten las condiciones de vida del proletariado; de ahí la indiferencia risueña, a la cual ella se abandona, en un suelo que se hallaba minado bajo sus pies y puede hundirse de un día para otro, y cuyo hundimiento cercano tiene la ineluctabilidad
de una ley matemática o mecánica; de ahí este milagro: los ingleses todavía no poseen información completa sobre la situación de sus obreros; mientras se hacen investigaciones y se abusa de los rodeos en torno a este problema desde hace quien sabe cuántos años. Pero es esto asimismo lo que explica la profunda cólera de toda la clase obrera, desde Glasgow hasta Londres, contra los ricos que los explotan sistemáticamente y los abandonan después sin piedad a su suerte, cólera que en muy poco tiempo -casi se puede calcularlo- estallará en una revolución, comparada con la cual la primera revolución francesa y el año 1794 serán un juego de niños.

2.- Señala las frases en las que Engels habla de la conciencia de clase (tanto de la burguesía como del proletariado)
3.- ¿Sirve de algo pretender ignorar los problemas? ¿Por qué trata de ignorarlos la burguesía inglesa y sus representantes parlamentarios? (Engels llama clase media a la burguesía, manteniendo el nombre tradicional inglés)
4.- ¿Qué peligro hay si no se escucha a los obreros y se atienden sus exigencias?

La muchedumbre de las calles tiene ya, por sí misma, algo de repugnante, que subleva la naturaleza humana. Estos centenares de millares de personas, de todas las condiciones y clases, que se comprimen y se atropellan, ¿no son todos hombres que poseen las mismas cualidades y capacidades y el mismo interés en la búsqueda de la felicidad? ¿Y no deben esas personas finalmente buscar la felicidad por los mismos medios y procedimientos? Y, sin embargo, esas personas se cruzan corriendo, como si no tuviesen nada en común, nada que hacer juntas; la única relación entre ellas es el acuerdo tácito de mantener cada quien su derecha cuando va por la acera, a fin de que las dos corrientes de la multitud que se cruzan no se obstaculicen mutuamente; a nadie se le ocurre siquiera fijarse en otra persona. Esta indiferencia brutal, este aislamiento insensible de cada individuo en el seno de sus intereses particulares, son tanto más repugnantes e hirientes cuanto que el número de los individuos confinados en este espacio reducido es mayor. Y aún cuando sabemos que este aislamiento del individuo, este egoísmo cerrado son por todas partes el principio fundamental de la sociedad actual, en ninguna parte se manifiestan con una seguridad tan totales como aquí, precisamente, en la muchedumbre de la gran ciudad. La disgregación de la humanidad en mónadas, cada una de las cuales tiene un principio de vida particular, y un fin particular, esta atomización del mundo es llevada aquí al extremo.
De ello resulta asimismo que la guerra social, la guerra de todos contra todos, aquí es abiertamente declarada. Como el amigo Stirner, las personas no se consideran recíprocamente sino como sujetos utilizables; cada quien explota al prójimo, y el resultado es que el fuerte pisotea al débil y que el pequeño número de fuertes, es decir los capitalistas, se apropian todo, mientras que sólo queda al gran número de débiles, a los pobres, su vida apenas.

5.- ¿Qué tienen en común todas las personas?
6.- ¿De qué manera se manifiesta el individualismo? ¿Está Engels de acuerdo con él?
7.- ¿Cómo considera Stimer a las personas?
8.- ¿Qué sucede con los pobres?


En esta guerra social, el capital, la propiedad directa o indirecta de las subsistencias y de los medios de producción es el arma con la cual se lucha; asimismo está claro como el día, que el pobre sufre todas las desventajas de semejante estado: Nadie se preocupa de él; lanzado en este torbellino caótico, tiene que defenderse como pueda. Si tiene la suerte de encontrar trabajo, es decir; si la burguesía le concede la gracia de enriquecerse a su costa; obtiene un salario que apenas es suficiente para sobrevivir; si no encuentra trabajo, puede robar, si no teme a la policía, o bien morir de hambre y aquí también la policía cuidará que muera de hambre de manera tranquila, sin causar daño alguno a la burguesía.
Durante mi estancia en Inglaterra, la causa directa del fallecimiento de 20 ó 30 personas fue el hambre, en las condiciones más indignantes, y en el momento de la investigación correspondiente, raramente se halló un jurado que tuviera el valor de hacerlo saber claramente. Las declaraciones de los testigos tenían que ser muy sencillas y claras, desprovistas de todo equívoco, y la burguesía -entre la cual se había seleccionado el jurado- siempre hallaba una salida que le permitía escapar a este terrible veredicto; muerte por hambre. La burguesía, en este caso, no tiene el derecho de decir la verdad, pues sería en efecto condenarse a sí misma. Pero, indirectamente también, muchas personas mueren de hambre -aun mucho más que directamente- porque la falta continua de productos alimenticios ha provocado enfermedades mortales que causan víctimas. Esas personas se han hallado tan débiles que ciertos casos, que en otras circunstancias hubieran evolucionado favorablemente, implican necesariamente graves enfermedades y la muerte.
Los obreros ingleses llaman a esto el crimen social, y acusan a toda la sociedad de cometerlo continuamente. ¿Tienen razón? Desde luego, sólo mueren de hambre individuos aislados, pero, ¿en qué garantías el trabajador puede fundarse para esperar que no le sucederá lo mismo mañana? ¿Quién le asegura su empleo? ¿Quién le garantiza que, si mañana es despedido por su patrón por cualquier buena o mala razón, podrá salir bien del apuro, él y su familia, hasta que encuentre otro empleo que le "asegure el pan"? ¿Quién certifica al trabajador que la voluntad de trabajar es suficiente para obtener empleo, que la probidad, el celo, el ahorro y las numerosas virtudes que le recomienda la sabia burguesía son para él realmente el camino de la felicidad? Nadie. Él sabe que hoy tiene una cosa y que no depende de él el tenerla mañana todavía; él sabe que el menor soplo, el menor capricho del patrón, la menor coyuntura económica desfavorable, lo lanzará en el torbellino desencadenado al cual ha escapado temporalmente, y donde es difícil, con frecuencia imposible, el mantenerse en la superficie. Él sabe que si bien puede vivir hoy, no está seguro que pueda hacerlo mañana.
Sin embargo, pasemos ahora a un examen más detallado del estado en que la guerra social sume a la clase que no posee nada. Veamos qué salario la sociedad paga al trabajador a cambio de su trabajo, bajo forma de vivienda, de vestido y de alimentación, qué existencia asegura a aquellos que contribuyen más a la existencia de la sociedad.
 Consideremos primeramente la vivienda. Toda gran ciudad tiene uno o varios "barrios malos", donde se concentra la clase obrera. Desde luego, es frecuente que la pobreza resida en callejuelas recónditas muy cerca de los palacios de los ricos; pero, en general, se le ha asignado un campo aparte donde, escondida de la mirada de las clases más afortunadas, tiene que arreglárselas sola como pueda. En Inglaterra, estos "barrios malos" están organizados por todas partes más o menos de la misma manera, hallándose ubicadas las peores viviendas en la parte más fea de la ciudad. Casi siempre se trata de edificios de dos o una planta, de ladrillos, alineados en largas filas, si es posible con sótanos habitados y por lo general construidos irregularmente.
Estas pequeñas casas de tres o cuatro piezas y una cocina se llaman cottages y constituyen comúnmente en toda Inglaterra, salvo en algunos barrios de Londres, la vivienda de la clase obrera. Las calles mismas no son habitualmente ni planas ni pavimentadas; son sucias, llenas de detritos vegetales y animales, sin cloacas ni cunetas, pero en cambio sembradas de charcas estancadas y fétidas. Además, la ventilación se hace difícil por la mala y confusa construcción de todo el barrio, y como muchas personas viven en un pequeño espacio, es fácil imaginar qué aire se respira en esos barrios obreros. Por otra parte, las calles sirven de secaderos, cuando hace buen tiempo; se amarran cuerdas de una casa a la de enfrente, y se cuelga la ropa mojada a secar.
 Examinemos algunos de estos barrios malos. Tenemos primeramente Londres*, y en Londres el célebre "nido de cuervos" (rookery), St. Giles, a donde se va meramente a dar salida a algunas anchas calles y que debe así ser destruido. St. Giles se halla situado en la parte más poblada de la ciudad, rodeado de calles anchas y luminosas, donde bulle el mundo elegante londinense, muy cerca de Oxford Street, de Regent Street, de Trafalgar Square y del Strand.
Es una masa de casas de tres o cuatro plantas, construidas sin plan, con calles estrechas, tortuosas y sucias donde reina una animación tan intensa como en las calles principales que atraviesan la ciudad, excepto que en St. Giles sólo se ve gente de la clase obrera. Las calles sirven de mercado: cestas de legumbres y de frutas, naturalmente todas de mala calidad y apenas comestibles, dificultan mucho más el tránsito, y de ellas emana, como de las carnicerías, un olor nauseabundo. Las casas están habitadas desde el sótano hasta el techo, tan sucias en el exterior como en interior, y tienen un aspecto tal que nadie tendría deseos de vivir en ellas.
Pero eso no es nada comparado con los alojamientos en los patios y las callejuelas transversales a donde se llega por pasajes cubiertos, y donde la inmundicia y el deterioro por vejez exceden la imaginación. No se ve, por decirlo así, un solo vidrio intacto, los muros están destrozados, las guarniciones de las puertas y los marcos de las ventanas están rotos o desempotrados, las puertas -si hay- hechas de viejas planchas clavadas juntas; aquí, incluso en este barrio de ladrones las puertas son inútiles porque no hay nada que robar.
Por todas partes los montones de detritos y de cenizas y las aguas usadas vertidas delante de las puertas terminan por formar charcas nauseabundas. Aquí es donde viven los más pobres de los pobres, los trabajadores peor pagados, con los ladrones, los estafadores y las víctimas de la prostitución, todos mezclados. (…)
Pero St. Giles no es el único "barrio malo" de Londres. En este gigantesco laberinto de calles hay centenares y millares de vías estrechas y de callejuelas, cuyas casas son demasiado miserables para quienquiera que todavía pueda dedicar cierta suma a una habitación humana, y con frecuencia es muy cerca de las lujosas casas de los ricos que se hallan estos refugios de la miseria más atroz. (…) Así como se descubre en calles como Long Acre, etc., que, sin ser "chic" son a pesar de todo convenientes, un gran número de alojamientos en los sótanos, de donde surgen las siluetas de niños enfermizos y de mujeres en harapos medio muertos de hambre. En las inmediaciones del teatro Drury Lane –el segundo de Londres- se hallan algunas de las peores calles de toda la ciudad (las calles Charles, King y Parker) cuyas casas también son habitadas desde el sótano hasta el techo sólo por familias pobres. En las parroquias14 de St. John y de St. Margaret, en Westminster, vivían en 1840, según el órgano de la Sociedad de Estadísticas, 5366 familias de obreros en 5294 "viviendas" -si se les puede dar este nombre-, hombres, mujeres y niños, mezclados sin atención a la edad o el sexo, en total 26830 personas, y las tres cuartas partes del número de familias citadas sólo disponían de una pieza. En la parroquia aristocrática de St. George, Hanover Square, vivían, según la misma fuente, 1465 familias obreras; en total unas 6000 personas, en las mismas condiciones; y allí también más de dos tercios de las familias apiñadas cada una en una sola pieza. ¡Y de qué manera las clases poseedoras explotan legalmente la miseria de estos infelices, en cuyas casas los propios ladrones no esperan hallar nada! Por las horribles viviendas cerca de Drury Lane, que acabamos de mencionar, se paga los alquileres siguientes: dos alojamientos en el sótano; 3 chelines (1 tálero); un cuarto en la planta baja, 4 chelines; en el primer piso, 4.5 chelines; en el segundo piso, 4 chelines; buhardillas, 3 chelines por semana. De modo que los vecinos famélicos de Charles Street pagan a los propietarios de inmuebles un tributo anual de 2000 libras esterlinas (14000 táleros), y las 5366 familias de Westminster ya citadas un alquiler total de 40000 libras esterlinas por año (o sea 270000 táleros).
El barrio obrero más grande, sin embargo, se halla al este de la Torre de Londres, en Whitechapel y Bethnal Green, donde está concentrada la gran masa de obreros de la ciudad. Veamos lo que dice M.G. Alston, predicador de St. Philip, en Bethnal Green, del estado de su parroquia: "La misma cuenta con 1400 casas habitadas por 2795 familias, o sea unas 12000 personas. El espacio donde habita esta importante población no llega a 400 yardas cuadradas (1200 pies), y en tal apiñamiento no es raro hallar un hombre, su mujer, 4 ó 5 niños y a veces también el abuelo y la abuela en una sola habitación de 10 a 12 pies cuadrados, donde trabajan, comen y duermen. Yo creo que antes de que el obispo de Londres llamara la atención del público sobre esta parroquia tan miserable, la misma era tan poco conocida en el extremo oeste de la ciudad como los salvajes de Australia o las islas de los mares del sur. Y si quisiéramos conocer personalmente los sufrimientos de estos desventurados, si los observamos cuando se disponen a comer sus escasos alimentos y los vemos encorvados por la enfermedad y el desempleo, descubriremos entonces tanta penuria y miseria que una nación coma la nuestra debiera avergonzarse de que esto pueda ocurrir. Yo he sido pastor cerca de Huddersfield durante los tres años de crisis, en el peor momento de marasmo de las fábricas, pero desde entonces jamás he visto a los pobres en una aflicción tan profunda como en Bethnal Green. Ni un solo padre de familia de cada diez en todo el vecindario tiene otra ropa que la de trabajo, y ésta de lo más andrajosa; asimismo, muchos no tienen más que estos harapos para cubrirse por la noche, y su cama es un saco lleno de paja y viruta."
Esta descripción nos muestra ya a qué se parecen de ordinario esas viviendas. Citaremos, además, informes de las autoridades inglesas sobre viviendas proletarias que a veces tienen ocasión de visitar. En la oportunidad de una descripción practicada sobre la causa de la muerte de Ann Galway, de 45 años de edad, el 16 de noviembre de 1843, los periódicos describieron la vivienda de la difunta en estos términos: ella vivía en el núm. 3 de White Lion Court, Bermondsey Street, Londres, con su marido y su hijo de 19 años, en una pequeña habitación donde no había ni cama, ni sábanas ni mueble alguno. Ella yacía muerta al lado de su hijo sobre un montón de plumas, esparcidas sobre su cuerpo casi desnudo, pues no había allí ni frazada ni sábanas. Las plumas se pegaban de tal modo a su cuerpo, que hubo que limpiar el cadáver para que el médico pudiera examinarlo; él lo halló totalmente descarnado y lleno de parásitos. En el piso de la pieza había un hoyo que servía de retrete a la familia.
El lunes 15 de enero de 1844, dos muchachos fueran presentados ante el tribunal de policía de Worship Street, en Londres, porque acicateados por el hambre habían hurtado en una tienda un trozo de carne medio cocida y lo habían devorado instantáneamente. El juez de policía ahondó en el asunto y pronto obtuvo de los policías las aclaraciones siguientes: la madre de estos muchachos era la viuda de un exsoldado que más tarde fue agente de la policía y ella había sufrido miserias con sus nueve hijos desde la muerte de su marido. Ella vivía en la mayor miseria, en el número 2 de Pools' Place, Quaker Street, en Spitalfields. Cuando el agente de policía fue a su casa, la halló con seis de sus hijas, literalmente apiñados en una pequeña habitación al fondo de la casa, sin otros muebles que dos viejas sillas de mimbre desfondadas, una mesa pequeña con dos patas rotas, una taza rota, y un plato pequeño... El fogón medio apagado, y en un rincón tantos trapos como los que pudiera necesitar una mujer para un delantal, pero que servían de cama a toda la familia. Ellos no tenían otras cobijas que sus propias ropas raídas. La pobre mujer contó que había tenida que vender su cama el año anterior, para obtener alimentos; había empeñado las sábanas al tendero por algunos víveres, y había tenido que vender todo sencillamente para comprar pan. El juez de policía concedió a esta mujer una suma bastante importante con cargo al Fondo de Pobres.
En febrero de 1844, una viuda de 60 años, Theresa Bishop, fue confiada, con su hija enferma de 26 años de edad, a la benevolencia del juez de policía de Malborough Street. Ella vivía en el número 5 de Brown Street, Grosvenor Square, en una pequeña habitación que daba al patio, no más grande que un armario de pared, donde no había ni un solo mueble. En un rincón había unos trapos donde ambas dormían, una caja servía a la vez de mesa y de silla. La madre ganaba algunos centavos haciendo la limpieza de casas; el propietario dijo que ellas habían vivido en ese estado desde mayo de 1843, poco a poco habían vendido o empeñado todo lo que poseían, y sin embargo nunca habían pagado el alquiler. El juez de policía les concedió una libra esterlina con cargo al Fondo de Pobres.
Yo no pretendo en modo alguno que todos los trabajadores londinenses viven en la misma miseria que las tres familias citadas; yo sé bien que por un hombre que es aplastado sin compasión por la sociedad, diez viven mejor que él. Pero yo afirmo que millares de buenas y laboriosas familias mucho más buenas; mucho más honorables que todos los ricos de Londres se hallan en esta situación indigna, y que todo proletario, sin excepción alguna, sin que sea culpa suya y a pesar de todos sus esfuerzos, puede correr la misma suerte.

9.- ¿Qué dato necesitarías para poder hacerte una idea de lo que valen en realidad los alquileres de las viviendas? Una pista: guarda relación con las teorías de David Ricardo sobre el salario real y el nominal…
10.- Razona el interés que podía tener para los obreros el conseguir una vivienda, aunque fuera pequeña, y el por qué Robert Owen ofrece a sus trabajadores una casa con jardín y huerto.


La alimentación habitual del trabajador industrial difiere evidentemente según su salario. Los mejor pagados, en particular aquellos obreros fabriles con familiares que pueden emplearse y ganar algo, tienen mientras esto dure una buena alimentación; carne todos los días, y tocino y queso por la noche. Pero en las familias donde se gana menos, se come carne sólo los domingos o dos o tres veces por semana, y en cambio, más papas y pan; si descendemos la escala poco a poco, hallamos que la alimentación de origen animal se reduce a unos trozos de tocino cocido con papas; más bajo aún, este tocino desaparece no queda más que queso, pan, papilla de harina de avena (porridge) y papas; hasta el último grado, entre los irlandeses, donde las papas constituyen el único alimento.
Se bebe en general, con esos manjares, un té ligero, mezclado a veces con un poco de azúcar, de leche, o de aguardiente. El té es en Inglaterra e incluso en Irlanda, una bebida tan necesaria e indispensable como el café entre nosotros, y en los hogares donde ya no se bebe té, reina la miseria más negra. Pero esto es cierto en el supuesto de que el trabajador tenga empleo; si no lo tiene, se ve totalmente reducido a la desgracia y come lo que se le da, lo que mendiga o lo que roba; si no tiene nada, muere sencillamente de hambre, como lo hemos visto anteriormente.
Es fácil comprender que tanto la cantidad de alimentos como la calidad dependen del salario, y que la hambruna reina entre los trabajadores peor pagados –sobre todo si tienen además pesadas cargas de familia-, incluso en períodos de ocupación plena; ahora bien, el número de trabajadores mal pagados es muy grande. Especialmente en Londres, donde la competencia entre obreros crece en proporción directa con la población, esa clase es muy numerosa, pero la hallamos igualmente en todas las demás ciudades. Asimismo, se recurre a todos los expedientes: se consume, a falta de otro alimento, cáscaras de papas, desperdicios de legumbres, vegetales averiados*, y se recoge ávidamente todo lo que pueda contener aunque sea un átomo de producto comestible. Y, cuando el salario semanal ya se ha consumido antes del próximo pago, ocurre frecuentemente que la familia, durante los últimos días, ya no tiene nada o le queda justamente lo suficiente para comer y no morirse de hambre. Es evidente que tal modo de vida sólo puede engendrar una serie de enfermedades, y cuando éstas sobrevienen, cuando el hombre, de cuyo trabajo vive esencialmente la familia y cuya actividad penosa exige más alimentación -y que por consecuencia es el primero, en sucumbir-, cuando ese hombre24 cae enteramente enfermo, sólo entonces comienza la gran miseria, es entonces que se manifiesta, de modo verdaderamente estallante, la brutalidad con la cual la sociedad abandona a sus miembros, precisamente en el momento en que tienen más necesidad de su ayuda.
Resumamos una vez más, para concluir, los hechos citados: las grandes ciudades son pobladas principalmente por obreros, ya que, en el mejor de los casos, hay un burgués por cada dos, a menudo tres y hasta cuatro obreros. Esos obreros no poseen ellos mismos nada, y viven del salario que casi siempre sólo permite vivir al día; la sociedad individualizada al extremo no se preocupa por ellos, y les deja la tarea de subvenir a sus necesidades y a las de su familia; sin embargo, no les proporciona los medios de hacerlo de modo eficaz y duradero. Todo obrero, incluso el mejor, se halla por tanto, constantemente expuesto a la miseria, o sea, a morir de hambre, y buen número de ellos sucumben.
Las viviendas de los trabajadores son, por regla general, mal agrupadas, mal construidas, mal conservadas, mal ventiladas, húmedas e insalubres. En ellas, los ocupantes son confinados al espacio mínimo, y en la mayoría de los casos, duerme en una pieza por lo menos una familia; el moblaje de las viviendas es miserable, en diferentes escalas, hasta la ausencia total incluso de los muebles más indispensables.
El vestido de los trabajadores es igualmente mediocre (mísero) por término medio, y un gran número de ellos viste andrajos. La alimentación es generalmente mala, con frecuencia casi impropia para el consumo, y en muchos casos, al menos en ciertos períodos, insuficiente, si bien en los casos extremos hay gente que muere de hambre. La clase obrera de las grandes ciudades nos presenta así una serie de modos de existencia diferentes; en el mejor de los casos, una existencia temporalmente soportable: por un trabajo esforzado, buen salario, buen alojamiento y alimentación no precisamente mala -evidentemente, desde el punto de vista del obrero todo ello es bueno y soportable-; en el caso peor, una miseria cruel que puede ir hasta carecer de techo y morir de hambre.
De ambos casos, el que prevalece por término medio es el peor. Y no vayamos a creer que esta gama de obreros comprende simplemente clases fijas que nos permitirían decir: esta fracción de la clase obrera vive bien, aquella mal, siempre es y ha sido así. Muy al contrario, si bien ese es el caso todavía, si ciertos sectores aislados aún disfrutan de alguna ventaja sobre los de más, la situación de los obreros en cada rama es tan inestable, que cualquier trabajador puede ser llevado a recorrer todos los grados de la escala, desde la comodidad relativa hasta la necesidad extrema, incluso hasta estar en peligro de morir de hambre; y, por otra parte, casi no hay proletario inglés que no tenga mucho que decir sobre sus numerosos reveses de fortuna.

11.- Resume brevemente la dieta de los obreros y las consecuencias que tiene para su salud.
12.- ¿Encuentras algún parecido con la situación actual de algunos grupos de personas que viven en nuestras ciudades?
13.- ¿Tiene mucho sentido preocuparse por la moda, la estética y el aspecto, para los obreros de la Inglaterra que conoció Engels?


Por eso hay que dar al obrero industrial un salario suficiente a fin de que pueda inculcar a sus hijos el hábito de un trabajo regular –pero no más de lo necesario para que pueda prescindir del salario de sus hijos- y hacer de ellos otra cosa que simples obreros. Y aquí también -el límite el salario mínimo- es relativo; en una familia donde todos trabajan, cada miembro necesita menos para mantenerse, y la burguesía ha aprovechado la ocasión que le ofrecía el trabajo mecánico, para emplear y explotar a las mujeres y los niños, con vistas a reducir el salario. Desde luego, puede ser que en una familia todos sus miembros no sean aptos para el trabajo, y a una familia de ese tipo le sería difícil mantenerse si quisiera trabajar según la tasa de salario mínimo calculado para una familia donde cada uno es apto para el trabajo. Por eso es que en este caso se establece un salario promedio, en virtud del cual una familia donde sus miembros trabajan vive bastante bien, mientras que aquella donde trabajan menos, vive bastante mal.
Pero en el peor de los casos, todo trabajador preferirá sacrificar el poco de lujo y de civilización, a que se había habituado, para poder simplemente subsistir; preferirá vivir en una cochiquera que a la intemperie, vestir harapos más bien que no tener nada en absoluto que ponerse, comer papas únicamente antes que morir de hambre. Preferirá en espera de días mejores, conformarse con un salario a medias que sentarse en silencio en la calle y morir ante todo el mundo, como lo ha hecho más de un indigente. Ese poco, ese algo mejor que nada, es pues, el salario mínimo. Y cuando hay más trabajadores que los que la burguesía juzga oportuno emplear, cuando por consecuencia del término de la lucha de los que compiten entre sí queda todavía cierto número sin trabajo, éstos son precisamente los que deberán morir de hambre, porque el burgués probablemente no les dará trabajo si no puede vender con provecho los productos de su trabajo. Estas indicaciones nos muestran lo que es el salario mínimo. El máximo es fijado por la competencia entre los burgueses, pues hemos visto que ellos también compiten entre sí.
El burgués no puede incrementar su capital sino por el comercio o la industria, y para esas dos actividades necesita obreros. Incluso si coloca su capital a interés tiene necesidad de ellos indirectamente, porque sin comercio ni industria, nadie le pagaría intereses por su dinero, nadie podría utilizarlo. Así, pues, el burgués tiene verdadera necesidad del proletario, no para su existencia inmediata él podría vivir de su capital, sino como se tiene necesidad de un artículo de comercio o de una bestia de carga: para enriquecerse. El proletario fabrica, por cuenta del burgués, mercancías que éste vende con ganancia. Si por tanto se incrementa la demanda de esas mercancías hasta el punto en que los trabajadores que compiten por empleos se hallen todos ocupados y que por falta de trabajadores cese la competencia entre ellos, entonces son los burgueses quienes se hacen la competencia.
El capitalista en busca de trabajadores sabe muy bien que el aumento de los precios debido al crecimiento de la demanda le produce un beneficio mayor y prefiere pagar un salario un poco más elevado que dejar escapar toda esa ganancia; él arriesga la jamonada por el jamón, y si obtiene el jamón, está presto a dejar la jamonada al proletario. Así es cómo los capitalistas le arrebatan a los proletarios y el salario se eleva. Pero no más alto de lo que lo permite el aumento de la demanda. Si el capitalista, que estaba presto a sacrificar una parte de su ganancia extra, tuviera igualmente que sacrificar una fracción de su beneficio normal, o sea de su beneficio promedio, se cuidaría mucho de pagar un salario superior al salario promedio.
Gracias a estos datos es que podemos definir el salario promedio. En las condiciones de vida regulares, es decir, cuando ni capitalistas ni trabajadores tienen respectivamente motivos para competir entre sí, cuando el número de obreros es exactamente aquel que se puede emplear para fabricar las mercancías demandadas, el salario será un poco superior al mínimo.
Las necesidades promedio y el grado de civilización de los trabajadores, determinará en qué medida será superado. Si los trabajadores están habituados a consumir carne varias veces a la semana, los capitalistas tendrán, en efecto; que adaptarse a pagar a los trabajadores un salario suficiente para que puedan procurarse tal alimento. Ellos no podrán pagar menos, porque los trabajadores no se hacen la competencia, y por ende no tienen motivos para conformarse con menos. No pagarán más, porque la falta de competencia entre capitalistas no los incita en modo alguno a atraer hacia ellos a trabajadores por ventajas excepcionales. (…)
Sin embargo, la mayoría de los trabajos industriales exigen cierta habilidad y cierta regularidad, y como éstas a su vez exigen cierto grado de civilización, el salario promedio debe ser bastante elevado para estimular a los obreros a que adquieran esa habilidad y plegarse a esa regularidad en el trabajo. Por eso el salario de los obreros industriales es por término medio más elevado que aquel de los simples descargadores, jornaleros, etc., más elevado en particular que aquél de los trabajadores agrícolas, lo que se debe naturalmente en buena parte a la carestía de los productos alimenticios en la ciudad. Hablando en plata: el trabajador es, de hecho y de derecho, el esclavo de la clase poseedora, de la burguesía; es su esclavo hasta el punto de ser vendido como una mercancía, y su precio sube y baja lo mismo que el de una mercancía. Si la demanda de trabajadores aumenta, su precio sube; si disminuye, su precio baja. Si disminuye hasta el punto en que cierto número de trabajadores no son ya vendibles y "quedan en reserva", y como ello no les produce nada, mueren de hambre. Porque, hablando la jerga de los economistas, las sumas gastadas para su mantenimiento no serían "reproducidas", se trataría de dinero lanzado por la ventana, y nadie derrocha su capital de ese modo.
(…) Toda la diferencia con respecto a la esclavitud antigua practicada abiertamente, es que el trabajador actual parece ser libre, porque no es vendido en una sola pieza, sino poco a poco, por día, por semana, por año, y porque no es un propietario quien lo vende a otro, sino él mismo es quien se ve obligado a venderse así, pues no es el esclavo de un particular, sino de toda la clase poseedora. Para él, la cosa en realidad no ha cambiado nada. Y si bien esa apariencia de libertad le da necesariamente de una parte cierta libertad real, la misma tiene el inconveniente de que nadie le garantiza su subsistencia y puede ser despedido en cualquier momento por su amo, la burguesía, y ser condenado a morir de hambre desde que la burguesía ya no tenga interés en emplearlo, en hacerlo vivir. Por el contrario, la burguesía se halla mucho más desahogada en ese sistema que en el caso de la esclavitud antigua; puede despedir a sus trabajadores cuando lo desee, sin perder por eso un capital invertido, y además ella obtiene fuerza de trabajo con mucha más ventaja de la que se puede obtener de esclavos, como se lo demuestra Adam Smith* para consolarla.
Se sigue igualmente que Adam Smith tiene toda la razón al plantear el principio "Al igual que cualquier otro artículo, la demanda de trabajadores, la cantidad de seres humanos traídos al mundo, acelerando esa producción cuando es demasiado lenta, moderándola cuando es demasiado rápida". Exactamente como para cualquier otro artículo comercial, si la oferta de ellos es escasa, los precios suben, o sea en este caso el salario; los trabajadores viven mejor; se hacen más numerosos los matrimonios, se traen al mundo más seres humanos, crece un mayor número de niños hasta que se ha producido un número suficiente de trabajadores. Si la oferta es excesiva, los precios bajan, sobreviene el paro forzoso, con la miseria, la penuria y por consiguiente las epidemias que barren el "excedente de población".
Y Malthus, quien desarrolla la fórmula de Smith citada anteriormente, tiene también razón a su manera cuando pretende que hay siempre una población excedente, siempre demasiados individuos sobre la tierra. Se equivoca simplemente al afirmar que hay constantemente más personas sobre la tierra de los que pueden alimentar las subsistencias disponibles. La población excedente es por el contrario engendrada por la competencia que se hacen los trabajadores entre sí y que obliga a cada uno de ellos a trabajar tanto como se lo permitan sus fuerzas.
Si un industrial puede emplear diez obreros nueve horas diarias, también puede si los obreros trabajan diez horas, emplear nueve y despedir al décimo. Y si, en un momento en que la demanda de obreros no es muy fuerte, el industrial puede obligar bajo amenaza de despido a los nueve obreros a trabajar una hora extra cada día por el mismo salario, entonces despedirá al décimo y economizará su salario. Lo que ocurre aquí en pequeña escala, ocurre en una nación en gran escala. El rendimiento de cada obrero llevado al máximo por la competencia entre los obreros, la división del trabajo, la introducción del maquinismo, la utilización de las fuerzas naturales, todo ello obliga a multitud de obreros al paro forzoso.
Pero esos parados se pierden para el mercado; ya ellos no pueden comprar y, por consiguiente, la cantidad de mercancías que consumían ya no encuentran comprador, por tanto no hay necesidad de producirlas. Los obreros anteriormente ocupados en fabricarlas son, despedidos a su vez; ellos también desaparecen del mercado y así sucesivamente, siempre según el mismo ciclo; o, más bien, sería así si no intervinieran otros factores. La puesta en servicio de los medios industriales citados anteriormente y que permiten incrementar la producción, implica en efecto a la larga una disminución de los precios y por ende un mayor consumo, de suerte que un número importante de trabajadores desempleados halla al fin empleo en nuevas ramas laborales, si bien después de un largo período de sufrimientos. Si a ello se añade, como fue el caso de Inglaterra en los últimos sesenta años, la conquista de mercados extranjeros, que provoca un aumento continuo y rápido de la demanda de productos manufacturados; entonces la demanda de fuerza de trabajo –y con ella la población- crece en las mismas proporciones.
Así, en vez de disminuir, la población del imperio británico se ha incrementado con una rapidez considerable, se incrementa todavía constantemente y aunque la industria no cesa de desarrollarse y, en suma, la demanda de trabajadores no cesa de crecer, Inglaterra experimenta sin embargo, según lo confiesan todos los partidos oficiales (o sea los tories, los whigs y los radicales), un exceso, un excedente de población. Y a pesar de todo, la competencia entre los trabajadores sigue siendo más importante que aquella de los patronos para procurarse fuerza de trabajo.


* "Se ha dicho que el costo del desgaste de un esclavo lo financia su amo, mientras que el costo del desgaste de un trabajador libre va por cuenta de éste mismo. Pero el desgaste del trabajador libre también es financiado por su patrono. El salario pagado a los jornaleros, servidores, etc., de toda clase, debe en efecto ser lo suficientemente elevado para permitir a la casta de los jornaleros y servidores que se reproduzca según
la demanda creciente, estacionaria o decreciente de personas de este género que formula la sociedad. Pero aunque el desgaste de un trabajador libre sea igualmente financiado por el patrono, el mismo le cuesta por regla general mucho menos que el de un esclavo. Los fondos destinados a reparar o remplazar el desgaste de un esclavo son habitualmente administrados por un amo negligente o por un jefe desatento, etc."
A. Smith: Wealth of Nations (La riqueza de las naciones), I, 8, p. 133 de la edición MacCulloch en 4 vols (F.E.)


14.- ¿Con qué criterios se fija el salario para los obreros?
15.- ¿Para qué necesita la burguesía al proletariado?
16.- ¿Qué relación se establece entre el salario, el consumo y los beneficios de los capitalistas?
17.- Relaciona los salarios de los obreros con la ley de la oferta y la demanda
18.- La esclavitud desaparece de Europa aproximadamente por las fechas de que habla el texto (primera mitad del siglo XIX) y de Estados Unidos tras la Guerra de Secesión, 1861-64, justo cuando se está produciendo la industrialización. Precisamente son los estados industriales del Norte los que abanderan la liberación de los esclavos, frente a los del Sur, agrarios, esclavistas, y que además pierden la guerra. Relaciona estos hechos con el texto.
19.- ¿Qué dice la teoría de Malthus sobre la población?
20.- Relaciona los excedentes de población con el paro. ¿Le conviene a la burguesía que el paro se acabe?
21.- ¿Por qué tienen tanto interés los empresarios en que el despido sea barato y que se reduzcan las prestaciones por desempleo, jubilación, cobertura social a personas que no puedan trabajar…?
22.- ¿Cómo influye la conquista de nuevos territorios en el aumento de la demanda de productos y en el paro?